No hacia mas que estar tranquilo, descansada flotando en el ambiente húmedo y semi-ingrávido que me mantenía en un estado de perpetuo bienestar.
Durante mucho tiempo estuve con los ojos cerrados, en parte por que jamás necesite abrirlos, y por que la oscuridad me ayudaba a pensar y a relajarme. Posteriormente, cuando abrí los ojos por primera vez, el oscuro mundo acuoso que me rodeaba me fascinó en exceso.
Durante mucho tiempo estuve sin escuchar nada, hasta que poco a poco los ruidos comenzaron a hacerse más altos y audibles. Leves susurros en un lenguaje que no entendía me reconfortaban. A veces llegaban a mí ruidos estridentes que perturbaban mi descanso, pero eso era en raras ocasiones.
Durante mucho tiempo estuve inmóvil, relajado y tranquilo, hasta que tuve la necesidad de moverme, primero poco a poco, y posteriormente más agitado. Pequeños estímulos exteriores me hacían moverme, y era capaz de sentir roces y caricias en el interior de mi mundo acuoso.
En este privado jardín del edén no sentía hambre, no conocía el dolor, no conocía el malestar en ninguna de sus formas. Flotaba en mi estado de somnolencia permanente, a veces tenia periodos de lucidez, en los que me gustaba mover mis brazos y mis piernas intentando tocar algo que estaba lejano y oscuro, que me susurraba en un idioma que desconocía, y que me tranquilizaba cuando algún ruido estridente me molestaba.
Pero esa época feliz se acabó, como casi todas las cosas buenas, un buen día en el que me estaba moviendo y estaba más despierto que nunca. De repente ese ambiente húmedo desapareció de golpe, dejándome a solas en la oscuridad.
Me empujaban poco a poco, y no se como logré encajarme en un pequeño recodo de la pared más cercana. Pero no paraban de empujarme hacia abajo. Ahora comenzó la sensación de dolor cuando mi cabeza comenzó a pasar por un orificio pequeño para su tamaño. Poco a poco, a base de empujones, mi cabeza pasó a través del orificio, seguida de mi cuerpo, ayudado por unas manos que de repente me agarraron.
Todo fue muy rápido, acostumbrado a mi universo de serenidad, oscuridad y humedad, este raro ambiente se me hacia extraño. Para empezar, la luz, la primera vez que veía la luz a través de mis jóvenes ojos, me molestaba bastante. Durante unos instantes no respiré, aun no tenia la necesidad de ello, pero alguien me cortó mi cordón y comenzó a darme palmadas en la espalda.
Un dolor recorrió todo mi cuerpo cuando de repente tuve la sensación de gritar, gritar muy fuerte. No podía parar de gritar, al menos, en unos minutos. Sentía mucho frío, temblaba, y una sensación de hambre me inundó rápidamente, y los sonidos que antes me eran muy lejanos, acuosos y suaves ahora eran cercanos, estridentes y fuertes.
Me metieron una goma por la nariz, y me pincharon un par de veces, pero por lo menos dejé de tener tanto frío, ya que me arroparon en unos paños de color verde, y me dejaron sobre el regazo de la que era mi madre.
Durante mucho tiempo estuve con los ojos cerrados, en parte por que jamás necesite abrirlos, y por que la oscuridad me ayudaba a pensar y a relajarme. Posteriormente, cuando abrí los ojos por primera vez, el oscuro mundo acuoso que me rodeaba me fascinó en exceso.
Durante mucho tiempo estuve sin escuchar nada, hasta que poco a poco los ruidos comenzaron a hacerse más altos y audibles. Leves susurros en un lenguaje que no entendía me reconfortaban. A veces llegaban a mí ruidos estridentes que perturbaban mi descanso, pero eso era en raras ocasiones.
Durante mucho tiempo estuve inmóvil, relajado y tranquilo, hasta que tuve la necesidad de moverme, primero poco a poco, y posteriormente más agitado. Pequeños estímulos exteriores me hacían moverme, y era capaz de sentir roces y caricias en el interior de mi mundo acuoso.
En este privado jardín del edén no sentía hambre, no conocía el dolor, no conocía el malestar en ninguna de sus formas. Flotaba en mi estado de somnolencia permanente, a veces tenia periodos de lucidez, en los que me gustaba mover mis brazos y mis piernas intentando tocar algo que estaba lejano y oscuro, que me susurraba en un idioma que desconocía, y que me tranquilizaba cuando algún ruido estridente me molestaba.
Pero esa época feliz se acabó, como casi todas las cosas buenas, un buen día en el que me estaba moviendo y estaba más despierto que nunca. De repente ese ambiente húmedo desapareció de golpe, dejándome a solas en la oscuridad.
Me empujaban poco a poco, y no se como logré encajarme en un pequeño recodo de la pared más cercana. Pero no paraban de empujarme hacia abajo. Ahora comenzó la sensación de dolor cuando mi cabeza comenzó a pasar por un orificio pequeño para su tamaño. Poco a poco, a base de empujones, mi cabeza pasó a través del orificio, seguida de mi cuerpo, ayudado por unas manos que de repente me agarraron.
Todo fue muy rápido, acostumbrado a mi universo de serenidad, oscuridad y humedad, este raro ambiente se me hacia extraño. Para empezar, la luz, la primera vez que veía la luz a través de mis jóvenes ojos, me molestaba bastante. Durante unos instantes no respiré, aun no tenia la necesidad de ello, pero alguien me cortó mi cordón y comenzó a darme palmadas en la espalda.
Un dolor recorrió todo mi cuerpo cuando de repente tuve la sensación de gritar, gritar muy fuerte. No podía parar de gritar, al menos, en unos minutos. Sentía mucho frío, temblaba, y una sensación de hambre me inundó rápidamente, y los sonidos que antes me eran muy lejanos, acuosos y suaves ahora eran cercanos, estridentes y fuertes.
Me metieron una goma por la nariz, y me pincharon un par de veces, pero por lo menos dejé de tener tanto frío, ya que me arroparon en unos paños de color verde, y me dejaron sobre el regazo de la que era mi madre.
Había nacido
1 comentario:
Pero tío, desde que no salimos a beber te has vuelto muy culto!
Me recuerdas a Barnie Gambel (el de los Simpsons) cuando está sobrio...
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