Tuve la suerte de conocerle personalmente en una conferencia que dió en la Universidad de Huelva, allá por el año 98, si mal no recuerdo, recien inagurada su fundación. Cuando hablabas con él, te asombraba la claridad de sus palabras, lo profundo de su discurso, y sus ideas aparentemente simples, pero dificilmente realizables, todo esto, mientras compartiamos unos refrescos. El hombre que no esperaba milagros, si no que trabajaba para ellos.
Descanse en paz, Sr. Ferrer, como le decía yo, o Vicente, como me decía usted que le llamase.
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