lunes, 26 de octubre de 2009

Segundo Puerto. Creta

La isla más grande de Grecia y una de las más grandes del mediterráneo no se hizo esperar demasiado. El segundo puerto del viaje se acercaba. A las nueve de la mañana ya estábamos fuera del barco, buscando la parada de autobús que nos llevaría al legendario palacio de Knossos, antigua capital del rey Minos.

El viaje en el autobús, atestado hasta reventar (no sabia yo que en los autobuses entraban tantas personas), fue lento debido a las paradas que hacia, pero al menos, gracias a que era un autobús de línea, veríamos algo más de la ciudad de Heraklion, enclave comercial veneciano en la época medieval, como demuestra el fuerte portuario que silenciosamente vigilaba la entrada al puerto.

Al fin llegamos a Knossos, capital de la civilización minoica, y pudimos pasear por sus restos. Algunas fachadas restauradas, pinturas coloreadas y rocas son lo que queda allí, e innumerables turistas que se pasean por las piedras sin saber lo que están tocando.




Yo, con mi fértil imaginación a cien por hora, iba viajando entre corredores, oliendo el aceite de las lámparas, escuchando como Teseo y Ariadna se hablaban en susurros, y el rugir del minotauro en algún lugar bajo nosotros. También pude ver a Icaro cayendo al mar, con sus alas de cera derretidas por el sol, y como Dédalo se alejaba volando con la tristeza en los ojos.



Al fin, el trono de Minos, hombre no muy alto, por lo que pude comprobar, y la sala del trono, donde tantos improverbios le soltaría el rey Minos a los reyezuelos que osaban desafiarle. Pude imaginar como pasearía el longevo Minos, hijo del mismísimo Zeus, por los alrededores del palacio, donde los árboles y el viento hacían que esta preciosa mañana de octubre fuera ideal para pasear. Pude escuchar el viento en las hojas, el frescor en mi cara, tal y como Minos la sintió un día. Desgraciadamente, a mi muerte, no seré un juez de los muertos como él, y su hermano Radamantis y su hermanastro Eaco.



Tras volver del palacio de Knossos, y dejando que mi esposa visitara algunas tiendas de ropa por el centro de la ciudad (el precio que hay que pagar por que ella te acompañe a ver piedras viejas), nos paramos en unas tascas del centro, a degustar unas deliciosas cervezas Mythos y unos Souvlakis.


Creta quedaba atrás bien temprano, pues el barco no nos daba más tiempo aquí. Atrás quedaba el horizonte cretense, con su puesta de sol. Menos mal que para despedirme de Knossos, como siempre hago, me despedí del palacio tocando una de sus piedras. Los lugares como este puedes verlos en fotos en Internet, pero tocarlos hacen que sean más reales.

No hay comentarios: